sábado, 8 de marzo de 2008

¡Cierto olor a podrido...!


Los procesos revolucionarios tienen una enorme ventaja para el análisis: el que ganó impone sus reglas, sus leyes y su autoridad. El nuevo orden -el orden surgido de la revolución- acaba, rápido y sin contemplaciones, con el anterior. La explicación, el desciframiento, son sencillos: son los del vencedor. Los procesos de descomposición son muy jodidos. No hay un factor, no hay una clave, para explicar el conjunto.
¡Y estamos viviendo un proceso de descomposición! El gobierno de Evo Morales ha decidido, simplemente, acelerar los tiempos de un proceso imposible de detener. ¡Seis presidentes en siete años!, son la dramática demostración de la desinstitucionalización de Estado. Y ya no importan los discursos, los himnos y las cuecas sobre “mi Patria, Bolivia”, porque la desagregación y la fragmentación son los hechos. El gobierno, acorralado y atemorizado, decidió apurar el reloj de su propia derrota y encargó a su Vicepresidente-guerrillero la triste ceremonia de su entierro.
El gobierno de Evo Morales no sabe que se está cayendo. No sabe que ya no es gobierno nacional. No ha asumido que las dos terceras partes del país han decidido fijar su propia ruta, y no quiere admitir que sólo un tercio del país -¡que no es moco de pavo!- es el que lo sostiene... ¡pero ya no es nacional! No hay freno de emergencia para parar los procesos autonómicos y nadie tiene como referencia a una autoridad central. Las autoridades son las mías, las locales, las regionales, independientemente de lo que piensen en el Palacio de Gobierno. Y si quieren más claridad, me mato de risa de las disposiciones gubernamentales y nombro a mi Prefecta. Doña Benita, en Chuquisaca, es el símbolo de la carcajada regional y es el sopapo –con pollera- a la pretensión evista de tener el monopolio de lo popular. La “ilustre ciudad”, le cruzó una chola en el camino.
Y no es la única dama en la ruta de sus dificultades: doña Economía -¡y esa señora sí que es fregada!-, le está robando sus canastas a los ciudadanos. Y aquí no importan los discursos y las justificaciones de ministros, ¡la gente quiere marraqueta, no argumentos! El país no puede cumplir sus compromisos internacionales, YPFB es un desastre, no hay inversión ni posibilidad de conseguirla y hasta se viene la posibilidad de una crisis energética interna.
Y para colmo, resulta que Evo había sido parte del “nuevo diseño geopolítico” concebido por Chávez. Uribe, el colombiano, los agarró literalmente en calzoncillos: no a los terroristas, ¡sino a Chávez y a sus aliados! Si Chávez pensó que con Nicaragua, Ecuador y Bolivia -¡qué potencias!- iba a generar el nuevo gran bloque alternativo, es más idiota de lo que parece. Y si es cierto que localizaron a Reyes por una llamada del celular de Chávez, ¡es sólo idiota! Después del balazo al corazón de las FARC, Chávez tiene que ser más prudente con sus efectivos desplegados. Los venezolanos, en Bolivia, tendrán que ser más discretos.
Todos los últimos pasos del gobierno, son vulgares tropezones. Porque son intentos burdos de imposición. Son una suerte de manotazos defensivos sin posibilidad de ser soluciones. Y ni siquiera tiene la vía militar para salir de su callejón oscuro, porque ésa es la vía de la precipitación del desastre... ¡pero con muertos!
Y el orden alternativo, el siguiente, no está a la vuelta de la esquina ni es ejemplo de organización e institucionalidad. Los procesos de descomposición no paren milagros. Son desagradables y caóticos: ¡huelen a podrido!
Cayetano Llobet

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