lunes, 8 de marzo de 2010

Producto nacional…



Confieso que es la primera vez que me toca asistir a una protesta social –con paro nacional y bloqueos incluidos- porque se sanciona a los borrachos que conducen. Lo divertido es que la cruzada gubernamental se inició en la espectacular borrachera de don Félix Patzi -espectacular políticamente, porque era una monumental trampa destinada a eliminar a un candidato- permitiendo a ministros y portavoces erigirse en paladines de la continencia alcohólica en un país en el que esa virtud no es precisamente una de sus características sociológicas.
Pero la producción nacional de cosas inusuales nunca se concentra en un solo rubro. Cuando se producen disparates mayúsculos como el paro de transportes, se convoca a la imaginación y se presentan en la feria de originalidades nacionales productos tan extraordinarios como éste: ministros de don Evo Morales Ayma, informan al país que el bloqueo es un atentado a la libre circulación y está drásticamente sancionada por ley… y la ley debe cumplirse. Aquel que sea sorprendido bloqueando será drásticamente castigado. El maestro nacional e histórico de los bloqueos, indignado con los bloqueos... ¡el panteón repugnando muertos!
Y es que aquí se aplica un principio que es parte irrenunciable del patrimonio nacional: “depende de las circunstancias”. Si estoy en la oposición y soy minoría, el que está en el gobierno es el dictador totalitario y represivo, portavoz de intereses bastardos, practicante del rodillo parlamentario injusto y abusivo, dispuesto siempre a utilizar la fuerza para combatir a los movimientos democráticos que no tienen otra alternativa que expresarse por medio de los recursos que sus propias bases imponen, como huelgas, paros, crucifixiones, huelgas de hambre rotativas y desde luego bloqueos que son salvajemente combatidos por los sicarios de turno.
Si estoy en el poder y soy mayoría, el rodillo se convierte en legítima expresión de la voluntad popular expresada en el voto. El copamiento de todos los poderes ya no es el resultado de la democracia pactada que se los repartía para beneficiar a unos cuantos herederos del sistema colonial, sino la traducción de una necesidad nacional para ponerse al día en la elaboración de las leyes que sustenten el nuevo Estado y en la administración de la justicia al servicio de las mayorías. Ahora, desde el poder, se puede entender el profundo sentido histórico y patriótico que tenían los paros y bloqueos: eran la parte inevitable de un paso en el cumplimiento de las sucesivas fases del proceso revolucionario que, por fin, ha consolidado el predominio de los movimientos y su instrumento político para conducir sin pausa, sin retroceso y sin tregua, el inevitable proceso que conducirá a la muerte del capitalismo y al entierro del imperialismo.
Los mismos transportistas que hace tres meses se movilizaban y entregaban sus coches a las caravanas electorales, que participaban de las proclamaciones y adhesiones, que vivaban entusiastas a Evo Morales, hoy dicen que están sufriendo los rigores y las injusticias de una dictadura.
Pero, mucho cuidado: sería un terrible error pensar que este principio, “depende de las circunstancias”, es un producto del paro, una discusión sobre borracheras o un invento de Evo Morales. Es un sello propio, una cuestión congénita, una marca de nacimiento nacional. Lo demás son relatos de infancia y cuentos sobre una vida de doscientos años. Nunca fuimos distintos: son variaciones sobre el mismo tema, con distintos intérpretes…
Cayetano Llobet