domingo, 13 de abril de 2008

¡Cuidado con el loquito...!

Cierto, se le puede pedir al gobierno de Evo Morales que actúe con un poquito menos de estupidez, ¡pero no se le puede pedir que invente Estado! Y es una injusticia mayor echarle la culpa a Evo, cuando él es sólo la triste caricatura final del Estado agónico. Que él --y sus amiguitos aprovechadores de las migajas de Palacio-- hayan hecho el mejor de los esfuerzos para ser cada vez más caricatura, ¡es otra cosa! Pero no tendrían que preocuparse tanto, porque eso es lo que sucede en los procesos de descomposición.
Lo que pasa es que Evo Morales no termina de entender que representa la última fase del Estado podrido. Él tiene que asumir, de una vez, que no es más que el último Banzer, que Tuto, que Goni o --¡terrible constatación!-- que Carlos Mesa. Es uno más --el último--, de los símbolos de la descomposición de Estado. Entonces, todo se hace caricatural... ¡salvo que aparezca el loquito que convierta la caricatura en tragedia! Porque es lo que sucedió en el famoso "octubre negro": el loquito decidió disparar para que pasen las garrafas de gas. Y si, en las actuales circunstancias, no aparece un loquito --¡y el problema es que hay varios candidatos al manicomio!--, no tendría que pasar nada.
El 4 de mayo se realizaría el referéndum de Santa Cruz. En las siguientes semanas los de Tarija, Beni y Pando; se consolidaría el proceso de regionalización de la política y Evo Morales sobreviviría tranquilo como uno más de los varios caciques regionales. Los chuquisaqueños no le tomarían el pelo invitándolo para el 25 de mayo, y él no seguiría pensando que es la cabeza de un Estado ¡que no existe!
¡Salvo que aparezca el loquito! El que cree que hay que meter bala, el que afirma, muerto de susto, que "tenemos que frenar el referéndum del 4 de mayo", el que no cobra sus pesitos bolivarianos si no moviliza a las "organizaciones sociales" y quiere quemar ánforas, la que dice que hay que usar la fuerza "para liberar a los esclavos" --¡la discreta señora pasó de Tsunami a Abraham Lincoln!--, o el que quiere aplicar su aprendizaje de matar con la carabina bajo el poncho rojo. Si no aparece el loquito, el proceso de descomposición sigue, sin que nadie le ponga sangre extra.
Los procesos de descomposición son así: tranquilos, con muy mal olor --¡hediondos!--, sin rasgos heroicos ni batallas gloriosas. Los que deben mandar no mandan y los que deben obedecer no obedecen. No importa si se dicta mandamiento de aprehensión a los directivos de la Constituyente, porque la Policía se mata de risa de la orden judicial. Las Fuerzas Armadas saben --y lo confiesa, dolido, su jefe, el "Mariscal de Viru Viru"-- que no tienen ninguna posibilidad de nada: ¡sus legiones romanas y sus disfrazados centuriones, hicieron el ridículo en Camiri!
Hasta hace unos días, el gobierno ensayó un escenario: finjo diálogo, para aplicar la fuerza. Hoy sabe, ¡que no tiene fuerza! Y es su gente la que le falla: uno de sus primeros oficiales denuncia el autoritarismo, la corrupción, los "enemigos internos". Su sostén de El Alto resulta un vulgar contrabandista --denuncia de su propio Presidente de la Aduana--, sus comedidos "gobiernos amigos" resultan impotentes. Evo Morales va asumiendo que no hay nada que hacer, ¡sino durar! Lo que sea, el tiempo que se pueda ganar. Y ya lo saben todos: es cuestión de tiempo... ¡salvo que aparezca el loquito!
Cayetano Llobet

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